lunes, 31 de agosto de 2009

EL BLACKBERRY DE LA DISCORDIA Por Paula Cárdenas R.



Que si César Gaviria dice. Que si Luis Carlos Restrepo responde. Eso ya no importa en el Congreso de la República ni en los apuntes de Vicky Dávila en “La cosa política”. La fotografía de un Blackberry es el nuevo protagonista en los medios de comunicación. ¿Pasión por la tecnología? Lo dudo mucho. Yo diría que es resultado de una epidemia que afecta a todos los colombianos. ¡Tranquilos! No es la AH1N1. Algo peor: el chisme, esa necesidad incontrolable de meterse en la vida de los demás y buscar las explicaciones más rebuscadas para justificar esa adicción.


El jueves 27 de agosto en la edición digital del periódico El Espectador se publicaron unas fotos del celular del precandidato presidencial y ex ministro de agricultura Andrés Felipe Arias donde cruzaba mensajes, al parecer, con el secretario general de la Presidencia Bernardo Moreno. Hasta este punto el problema es claro: un periodista entrometido viola el derecho a la intimidad de un ciudadano y merece una sanción ejemplar. Hubo una chuzada, pero no como las del DAS que por años permanecen en la clandestinidad, sino una chuzada que descaradamente se hace pública como si fuera un trofeo o una medalla de oro.


¿Qué dice el mensaje? No es mi intensión reproducirlo, en primer lugar porque debió permanecer como una conversación privada y segundo porque no es el objeto de análisis de esta columna. Mejor preguntémonos ¿Qué logró El Espectador con la publicación de esta información? Hacerse publicidad y ganar lectores pero más allá de esto ningún bien a la sociedad o la democracia de este país, pues alimentó ese bochornoso síndrome de las narices metidas escudándose en el discurso de lo “público”, su palabra favorita por estos días. “Que es un funcionario público, en un lugar público tratando de un tema público” Esto más bien parece un trabalenguas o una adivinanza que una justificación.


Recapitulemos. El artículo 15 de nuestra Constitución política expresa: Todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen nombre, y el Estado debe respetarlos y hacerlos respetar”.


Cuando el artículo dice “Todas las personas” cobija tanto a ciudadanos ordinarios como a personajes públicos. En ningún lugar veo un aparte que excluya a los políticos de esta exigencia. Tampoco que si algún ciudadano habla de un “tema público y en un lugar público” se convierte automáticamente objeto de espionaje. Por lo tanto, la elaborada justificación que ofrece El Espectador a los colombianos no es válida dentro del marco constitucional. Prosigamos.


“La correspondencia y demás formas de comunicación privada son inviolables. Sólo pueden ser interceptadas o registradas mediante orden judicial, en los casos y con las formalidades que establezca la ley”.


¿El fotógrafo de El Espectador tiene una orden judicial que legalice su chuzada? Lo dudo mucho. Yo diría que el único recurso que lo ampara es el respaldo de sus colegas, no el de la ley. Aún así continúa la avalancha de críticas contra el Referendo dizque por ir en contra el orden constitucional. Como dicen por ahí “Éste es el país del Sagrado Corazón”.

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